«Si ImasD fuera un color sería el amarillo, porque es el color de la creatividad, la energía y la alegría. Si fuera un helado sería de chocolate, porque es el mejor, da energía y se puede combinar con muchos ingredientes. Si fuera un lugar sería Nueva York, porque siempre está cambiando para nunca dejar de ser interesante; y si fuera una persona, sería un primer novio, ese novio con el que se viven todas las primeras veces, con el que se es torpe pero se aprende cada día, con el que se llora pero se ríe el doble. Ese novio con el que uno termina, vuelve y vuelve a terminar. Ese novio que nunca se olvida porque fue el primer amor y ese primer amor a uno lo marca para siempre (al menos a mi).
Trabajar en ImasD fue el primer sueño que cumplí, y el lugar donde pude hacer realidad muchos de mis otros sueños: tener uno de esos equipos que solo se ven en las películas o en los documentales de grandes empresas creativas del Silicon Valley, compartir conocimiento en charlas para terminar siendo profe, viajar por trabajo en modo paseo, usar blazer para sentirme ejecutiva, tomarme una cerveza con colegas que luego se convirtieron en amigos, crecer y ver crecer a otras y, aunque por poco tiempo, fue el lugar donde pude juntar muchas de mis pasiones: los alimentos, el diseño y las personas.
Estos 5 años y medio más que un trabajo, fueron una escuela, y han hecho de mí la profesional que soy hoy, así que ¡GRACIAS!
Gracias por empujarme y exigirme a dar siempre la milla extra. Por dejarme aprender de investigación, pero también de prototipos, de branding, de sostenibilidad, de alimentos, de culturas, etc.
Por dejarme equivocar para aprender.
Por demostrarme que los colegas y jefes sí pueden ser amigos.
Que los espacios con mucho color son mejores.
Que hasta peder un vuelo trae enseñanzas de vida.
Que un ice breaker puede cambiar todo el día.
Que el trabajo en equipo es esencial.
Que un paseo al año, no hace daño.
Que a una empresa grande no la hace la cantidad de empleaos, sino la inmensidad de sus retos.
Que la investigación es el alimento del cerebro para crear ideas.
Que siempre hay que ver los dos lados de la moneda.
Que se crean los mejores vínculos almorzando juntos.
Que estar en modo beta permanente tiene su gracia.
Que un equipo de trabajo sí puede ser como una mini familia.
Que se construye más cambiando un No, por un ¿Qué tal sí…?
Y lo más importante, gracias por demostrarme que soy tierra fértil y permitirle cultivar aquí todos los frutos del trabajo en equipo.
Con amor,
Manuela Abreu»